Desear con ansias la participación constante en las
situaciones sociales no es siempre sinónimo de salud mental. Del mismo modo,
preferir más las situaciones individuales tampoco es señal de preocupación.
Una persona introvertida, por ejemplo, suele elegir
con frecuencia el disfrute de la soledad, apreciando la tranquilidad, el
silencio, el ejercicio de la reflexión y no por el hecho de sentir un temor
social o carecer de habilidades comunicativas. Es cuestión de preferencias, de
invertir energías en la introspección y en la creación de su propio mundo por
decisión propia.
Una persona tímida, por otro lado, puede tener el
deseo de socializar un poco más, puede tener ciertos déficits en las
habilidades sociales que se lo dificulten, pero no resulta limitada. Puede
experimentar cierto grado de malestar en las interacciones sociales, pero lo
tolera y su vida no se ve gravemente afectada y de hecho suele vivirla de un
modo gratificante. Sin embargo, no es el caso de la persona que sufre de
ansiedad o fobia social.
La ansiedad o fobia social se reconoce por ser un temor
exagerado a recibir juicios negativos por parte de los demás, a estar en
situaciones sociales y públicas percibidas como embarazosas. Si la persona
se expone, fácilmente muestra la respuesta de ansiedad, visible por el temblor,
las palpitaciones, la sudoración u otras formas.
Según la Organización Mundial de la Salud, la ansiedad o
fobia social conciernen al 2% de la población y se originan normalmente durante
la niñez o la adolescencia. Se puede clasificar la ansiedad social en:
A. Ansiedad social generalizada (la ansiedad aparece en una variedad de contextos).
B. Ansiedad social no generalizada (la ansiedad aparece en una o dos situaciones).
Se considera un tipo de fobia, siendo lo más característico
la conducta de evitación, ya que se huye de las interacciones sociales, deteriorando
el bienestar personal y la calidad de vida. La persona puede aguantar la
situación sin abandonarla, mantenerse, pero en ese caso suele acompañarse de
mucha ansiedad, reacciones físicas desagradable y pensamientos como:
“Me fallará la voz”
“Seguro que piensan que soy
una tonta”
“Terminaré haciendo el
ridículo”
“Me van a rechazar”
“No estoy a la altura de los
demás”
La ansiedad social puede dispararse por las siguientes situaciones,
todas ellas típicamente dadas en la interacción social:
· Iniciar, mantener o terminar conversaciones
· Expresar desacuerdos
· Ser objeto de elogios o de críticas
· Acudir a eventos sociales o a entrevistas de trabajo
· Hablar, comer o beber en público
· Mantener el contacto ocular con desconocidos
· Ser el centro de todas las miradas
· Intentar ligar
Si no se aborda debidamente, puede seguir su curso y
comportar complicaciones como:
·
Aislamiento y retracción social
·
Dificultades para desarrollarse en el mundo
laboral
·
Dificultades para avanzar en el mundo académico
·
Problemas psicológicos ligados a su limitación,
como los cuadros depresivos
·
Problemas con el uso y el abuso de sustancias
con efecto desinhibidor
Afortunadamente, existen tratamientos personalizados que
han demostrado una gran eficacia, entre estos la terapia cognitivo conductual.
Es posible que la persona necesite recibir un tratamiento farmacológico, pero
eso dependerá de cada caso y de la gravedad de sus síntomas. La psicoterapia es
una opción terapéutica altamente recomendada y se puede realizar de manera
semanal, intensiva o incluso grupal, sin mencionar las ventajas de participar
en talleres sobre el aprendizaje de las habilidades sociales.