jueves, 15 de octubre de 2020

¿Cómo gestionar el duelo?

 

Cada persona es única, y tiene su manera de encajar los reveses de la vida. No obstante, se pueden valorar algunas cuestiones a la hora de tratar la pérdida de un ser querido. Para ello, es importante diferenciar 3 momentos.

A.     Antes de la pérdida

En la medida de lo posible, consistiría en prepararse pare recibir el fallecimiento del ser querido. En este sentido, suele ser útil encontrar momentos para hablar en un nivel emocional y práctico sobre el asunto, como pueden ser los temas económicos y la nueva asignación de tareas de cara al futuro.

B.     Poco después de la pérdida

En este punto, es importante reflexionar si la persona quiere ver o no el cuerpo del ser fallecido, ya que puede resultar para algunos una imagen muy dura. Entonces, hay que sopesar si esa forma de decirle adiós es la más adecuada o si por el contrario contribuiría en aumentar las lamentaciones del doliente.

En el caso de los niños, es necesario ser prudentes y no dejarse llevar por creencias religiosas familiares que dificulten o puedan dificultar su posterior adaptación a los hechos. Frases como “nos ha dejado para subir al cielo”, pueden crear y potenciar los sentimientos de abandono.

C.      Días, semanas y meses después de la pérdida

La pérdida de un ser querido es un evento estresante, y por esa razón es recomendable no llevar a cabo grandes cambios poco tiempo después. Si la persona puede posponer la realización de estos cambios, mejor. Si por el contrario son cambios forzados, se pondrá a prueba su resiliencia, y aún tiene posibilidades de adaptarse a las nuevas condiciones. Sin embargo y, en definitiva, las tragedias son más manejables si vienen de una en una.

Después de la pérdida, es esencial no descuidarse a uno mismo, mantenerse en forma mediante el ejercicio, nutrirse, tener tiempo para descansar y dormir lo suficiente.

En estos momentos, vale la pena mantener el contacto con los demás seres queridos, amigos y familiares, que sean un suporte afectivo, en parte con la finalidad de evitar los sentimientos de soledad no deseada y el aislamiento social. Compartir los sentimientos y los pensamientos puede ser de gran ayuda, no soluciona la pérdida, pero alivia. Además, es posible que otros miembros de la familia, gente cercana, experimenten también dificultades para integrar el fallecimiento del ser querido. El hecho de compartir puede ser de utilidad para todos.

Una estrategia dañina para afrontar la pérdida y que por tanto se debe descartar, es el consumo desmedido de alcohol. No hay que olvidar que las penas no se ahogan, alcoholizarse no resulta útil a largo plazo, facilita los estados depresivos y la incapacidad para gestionar las dificultades de la vida. 

Y, por último, ¿Qué hacer con las posesiones del ser querido, por ejemplo, con su ropa? Es de gran utilidad arreglar todo este asunto, con todos los respetos del mundo y al ritmo que la persona pueda tolerar, pedir ayuda si resulta necesario, pues se trata de un tema sentimental y material difícil de abordar.

Si, aun así, y después de unas semanas, la persona mantiene preocupaciones sobre cómo se siente o incluso empeora, es aconsejable buscar atención psicológica especializada. 


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